sábado, 12 de diciembre de 2009

MIRADAS


Maquilladas van algunas, sigilosas no lo sé y otras desviadas al vacío del sin fin…

Vagas como siempre, entrecruzadas por el simple transitar. Miradas que se cruzan para tener rumbo ajeno y dejar las preguntas flotar. Tan sin límite van, vagabundas y sin temor al pasar, sin ánimos o con ellos de conseguir alguna identidad.

Una sonrisa me basta, y soy feliz…

Sólo quiero transcribir el coqueteo inocente o inconsciente del tránsito visual ante mis ojos perturbados. Los ojos te tocan, las miradas te saben llamar. Puedes jugar, está permitido. No hay ley que quiera abolir la distracción de segundos y parpadeos eternos. Puedes hacerlo una vez más, sin temor a ruborizar, que caigan tus palabras a través de eso que sabes hacer mejor; decir mucho sin hablar con mirar…

Ahí, van, afligidas, sin ansias de conocer el día actual. Atentas y curiosas también, hasta ser acosadoras. Miradas efímeras. Se acaba el día y sé mucho de todos, miradas que se esfuman como el día, y se pasan las horas sobre mis ojos. Ojos que van a la deriva, desconocen el andar de sus propios pasos, tu mirada también va perdida, ahí va, que se cruza con la mía, tendiendo a la distracción.

Ahí están, cansadas, medio vivas y hasta incompletas. Las veo de reojo, concentradas apuntando a su blanco de prioridad. Se muestran constantes, arruinadas por la rutina de paisajes memorizados, hasta cerrarse en ellas. Hasta perderse del día místico, de conversaciones insolentes, coquetas y también vacías.

Miradas que ensayan insinuaciones, excusas y protestas de los ojos ajenos, a los ojos prohibidos, a veces cautivos. Los inciertos pasos que cruzan fugazmente la ventana, en la cual me refuhgio, han desfilado para mi de para en par. Te capturan por instantes, con expresiones añadidas. Han modelado con sus diversos colores y formas envolviendo el enigma de su trascender fortuito.

El viaje cansa, el paseo de miradas jamás. No volveré a jugar con palabras, ni correré a tu llamado. Esperaré una mirada con cariño y con ansias de mirar más allá.

Eso es asaltar la intimidad, pienso en silencio, sin que te lo digan mis ojos. Plasmarse y sabotear parte del día ajeno desde otro ángulo. Lo acepto. Lo hago. Eso es apreciar desde afuera, conocer la mitad de lo desconocido, encontrarle lo agradable al día hecho hombre… y pregunto ¿quién me mira?

1 comentario:

Xersham dijo...

Ojos que gritan en silencio tu nombre. Gritan tan fuerte que no los puedes escuchar, aún cuando los quieras escuchar.
Fuerza ya te mirará de nuevo.