martes, 14 de julio de 2009

LIMA

Siete de la mañana marca el reloj de un señor parado a mi lado que me abastece el tiempo a cada segundo. Viajo en la incómoda movilidad de siempre, que me lleva al mismo lugar. Intento aflorar mi paciencia, pero el tránsito vehicular puede más que yo.

Los cambios nos tienen algo irritables. A Lima quieren convertirla en ordenada, limpia, respetable, de la noche a la mañana. La neblina mañanera nos ciega ante el abrumador caos que vivimos trabajadores y estudiantes que laboramos el en centro.

Calles cerradas, desvíos improvisados; observo la alteración de vehículos en silencio junto a más de treinta almas que viajamos en el mismo transporte sin inmutarnos por resignación.
Se detiene la combi una vez más, la tardanza se pronuncia con tensión. Se recogen pasajeros en cualquier lugar, el orden es elitista, es permitido que los pasajeros bajen “en el arbolito de la derecha”.

Hay policías en cada esquina; tratan de imponer orden incrementando el bullicio con su silbato al los ya existentes sonidos de claxon y cobradores gritones.

El tiempo no se detiene; no hay cambio en la Capital. Es lógico que se quiera dar mejor imagen al país, pero, para que ello ocurra, tendríamos que remontarnos a nuestra historia.

Nada se puede hacer de un día a otro sin pensar en los perjudicados. Es también buena idea escucharse unos a otros.

1 comentario:

andrés dijo...

Al leerte me hiciste recordar a alguien... o mejor dicho me hiciste recordar un recuerdo... Hubo alguien que se sentia como tú cuando andaba por esta capital gris y maltratada. La verdad tambien siento igual que tù, por eso prefiero buscar sitios vacios, lejanos en mi tiempo libre donde poder andar...

Y al igual que tù la soledad ya es costumbre, aunque nunca conoci a una chica que dijera eso y no sé por qué yo veo eso como una gran cualidad (o me estaré equivocando)

saludos

andrés