sábado, 9 de enero de 2010

TARDE DE ENSUEÑO


Y cuando sus cabellos protagonizaron el momento preciso de encanto amor, la tarde se hizo eterna ante sus ojos tímidos. Él sólo pudo acariciarla, tocarla muy despacio, como cuidando a que no se rompa, claudicando su egoísmo ante sus mejillas nerviosas. Ella en una estatua se convirtió.

Fue el momento preciso para decir te quiero. La tarde, su piel, su aroma, las luces tenues, las copas de vino. Fue el momento esperado creado por la naturaleza de sus almas.

La tarde se hizo más inmensa que el mar, sus olas habitaban en los cabellos al viento que jugaba tiernamente a despeinarlos. El silencio en su cuerpo fue la mejor melodía inspirada en los dos. Sus ojos envueltos de miel miraron los pares negros que ella tiene.

Ella despertó.

No hay comentarios: