domingo, 22 de mayo de 2011


… Entonces, cuando estábamos sobre la cama algo incómodos por las absurdas discusiones, lo invité a ver las estrellas. Nos sentamos a oscuras y recostándonos sobre las almohadas él me prestó su pecho para contemplarlas con más comodidad.
En medio de ese trance impagable, recordé que durante la semana pasada no había podido dormir, tal vez por la extrema añoranza de tenerlo como lo tenía esa madrugada.
Mientras mi oído escuchaba su corazón y pensaba en él teniéndolo tan cerca, mi índice dibujaba más estrellas sobre su cuerpo. Mi boca jugaba entre su cuello para marcarle figuras abstractas que al siguiente día todos reconocieron.
Sabía perfectamente que buscaba paz y al fin pude dormir.

2 comentarios:

Manuel Hidalgo dijo...

Muy muy bueno, periodista y poetisa a la vez.

INCRUSTADA EN LA INEFABILIDAD dijo...

Gracias, qué amable.